2/17/2012

Balance del 15M con vistas a la emancipación

* Publicado adaptadamente en "Rebelaos" (Mayo del 2012).


A partir del 15 de mayo de 2011, como si de un diluvio primaveral se tratara, centenares de miles de personas nos precipitamos a las calles e inundamos las plazas de todo el estado español. El descrédito de lo que hoy se hace pasar por “política”, el rechazo a la depauperación económica y la indignación ante la injusticia social estallaron clamorosamente mientras la genuina actividad política reconquistaba espacios públicos habitualmente consagrados a la circulación de mercancías. Salvando las distancias, por primera vez desde mayo del 68 (1), una protesta masiva desbordó espontáneamente los confines de la reivindicación y devino un proceso de reflexión colectiva, un encuentro popular repleto de vívida comunicación, un ensayo de auto-organización democrática masiva. Con la perspectiva que el paso del tiempo nos proporciona, resulta pertinente preguntarnos: ¿Qué ha representado esta experiencia? ¿Como podemos valoración podemos hacer de ella? ¿Qué retos suscita y cómo podemos afrontarlos?

Para responder estas cuestiones conviene, preliminarmente, definir la naturaleza del 15M: ¿se trata de un movimiento político o más bien de una movilización social? Si convenimos que un movimiento político presupone un análisis social compartido, unos fines políticos comunes y unos medios también aproximadamente comunes para conseguir los fines deseados, mientras que en una movilización social, en cambio, pueden confluir perspectivas políticas dispares, divergentes e incluso antagónicas, resulta evidente que el 15M corresponde más a la categoría de movilización que a la de movimiento. El mínimo común denominador de los participantes ha sido significativamente mínimo, a saber: la disconformidad respecto la espiral auto-destructiva que desgarra a la sociedad contemporánea. Sobre este mínimo se ha alzado el estandarte de la indignación, aglutinando posicionamientos políticos extremadamente heterogéneos (2).

Entrando en el balance, por el lado positivo, observamos una causa y una consecuencia general del 15M: la politización. La ocupación de las plazas ha supuesto la apertura de un espacio-tiempo en el cual se ha hecho visible y extensible una tentativa masiva de recuperación de la política, entendiendo esta como la actividad deliberativa y decisiva de la ciudadanía sobre los asuntos de la esfera pública. Los procedimientos democráticos experimentados -las plazas como espacio de deliberación y las asambleas populares como momento de decisión- han sido, a pesar de sus deficiencias (3), la característica más meritoria e innovadora de esta movilización y, también, la más fructuosa: decenas de miles de personas se han adentrado conjuntamente en la dimensión política de sus vidas y, muchas de ellas, han proclamado que esta dimensión no puede ser relegada al olvido ni usurpada por una élite de “representantes” (4). Así pues, podemos caracterizar el 15M como una catarsis politizante: buena parte de la población ha despertado, en diversos grados, del letargo político en la que desgraciadamente vivía (5).

Otro aspecto positivo del 15M es que, implícitamente, ha puesto sobre la mesa algunos retos sumamente urgentes e importantes para la humanidad contemporánea. Así, el 15M ha sido una tentativa precaria, momentánea e improvisada para recuperar la política (en el sentido genuino del término, definido anteriormente), el reto que tenemos por delante consiste en conseguir una recuperación plena, permanente e institucionalizada de la misma; si el 15M ha sido una celebración efímera del espíritu de comunidad (6), el reto consiste en convertir la sociedad en una extensa comunidad de comunidades; si el 15M ha girado entorno a las asambleas populares, el reto no es otro que conseguir que estas sean soberanas. El 15M estalló porque estamos sufriendo intensiva y extensivamente las consecuencias de una profunda crisis multidimensional (económica, ecológica, social, ideológica y política) originada por las dinámicas de concentración de poder y crecimiento económico constante inherentes a las principales instituciones del sistema actual: la economía de mercado y el Estado “representativo”; el gran reto consiste, así pues, en erradicar estas dinámicas y substituir tales instituciones, emprendiendo un movimiento liberador masivo que dé luz a un nuevo sistema de organización social basado en la autonomía, la comunidad y la reintegración con la naturaleza.

Sin embargo, si bien a través del 15M muchas personas han cobrado mayor consciencia de los grandes retos mencionados, esta movilización no ha podido afrontarlos: una movilización como el 15M puede servir para abonar el terreno pero, por su naturaleza, no puede ser la semilla del movimiento radicalmente transformador que necesitamos. Aunque una movilización social indignada sea necesaria y deseable, le faltan las bases sólidas imprescindibles para iniciar un proceso de transformación que nos conduzca hacia un nuevo sistema de organización social. Así, por ejemplo, no basta con practicar la democracia como procedimiento tal como se ha acometido en el marco del 15M: también es necesario pensar la democracia como un régimen cualitativamente diferente del actual y luchar para materializarlo (7). Dicho de otro modo, el 15M ha girado acertadamente entorno a la organización asamblearia, pero sin embargo, raramente en él se ha esbozado la construcción de una nueva sociedad donde las asambleas -de ciudadanos, de trabajadores, de estudiantes, en el ámbito doméstico, etc.- sean la institución sobre la que pivota la vida colectiva. Por eso, aunque las formas esbozadas en el 15M han sido una tentativa relativamente innovadora y en términos generales acertada, los contenidos preponderantes han sido poco innovadores y acertados. En efecto, en el marco del 15M se han expresado, sobretodo, los planteamientos reformistas, de estilo de vida y de acción directa, habituales en las últimas décadas y, también, en menor medida, algunos discursos revolucionarios procedentes de antaño; todos estos planteamientos son incapaces, por distintos motivos, de frenar el agravamiento de la crisis multidimensional actual y, menos aún, de superarla definitivamente (8).

Un ejemplo paradigmático de este aspecto negativo que señalamos lo podemos encontrar en los “consensos de mínimos” adoptados por diversas asambleas en el marco de la movilización. Estos acostumbran a ser un compendio de medidas reformistas que fácilmente pueden provocar la adhesión de muchas personas. ¿Quién no quisiera trabajo digno para todo el mundo y la elevación del salario mínimo interprofesional? ¿Quién no detesta los recortes de los servicios públicos y las prestaciones sociales? ¿Quién no condena la corrupción y apuesta por medidas que garanticen la transparencia? Sin embargo, no nos podemos quedar anclados en estas y otras banalidades: el barco en el que viajamos está naufragando irremisiblemente; es necesario que nos preguntemos seriamente si estos “mínimos” son los objetivos factibles y deseables a los que tenemos que dedicar nuestra energía política, por los que vale la pena luchar. Un análisis profundo, global e histórico del sistema actual y sus dinámicas nos indica lo contrario: las medidas reformistas reseñadas en estos “consensos de mínimos” son, en el mejor de los casos, insuficientes y, en el peor, fútiles y utópicas. Son insuficientes porque, aún en el improbable caso de que algunas de estas medidas fueran implementadas como resultado de una ardua y tenaz protesta popular, sólo conseguirían imprimir un ritmo ligeramente más lento al rápido agravamiento de la crisis multidimensional actual: la fuente de los males, es decir, el sistema de la economía de mercado capitalista y el Estado “representativo”, continúa brotando. Por otro lado, son medidas generalmente utópicas porque, en las condiciones que establece la economía de mercado en la actual fase de internacionalización neoliberal, su aplicación resulta impracticable ya que contraviene las dinámicas fundamentales del sistema. Los imperativos sistémicos -mercantilización, crecimiento, etc.- se han vuelto, en las últimas décadas, cada vez más incompatibles con las demandas de la sociedad civil. En otras palabras, las necesidades de las personas y del planeta, por un lado, y las necesidades del sistema económico vigente, por el otro, se hallan en un conflicto cada vez más irreconciliable; hoy, más que nunca, un “capitalismo con rostro humano” es una quimera, un brindis al sol, una contradicción de términos (9).

Para terminar, de este balance podemos extraer una conclusión de carácter general: el resultado más positivo de la movilización del 15M lo obtendremos si conseguimos que forme parte de un proceso de aprendizaje colectivo que nos conduzca hacia un nuevo estadio histórico de la lucha social. Es preciso que nuestro horizonte de intervención política vaya más allá de la repetición o continuación de un fenómeno como el 15M; es preciso trabajar para unirnos a través de un proyecto liberador global que apunte claramente hacia la substitución progresiva del actual sistema oligárquico (basado en el Estado “representativo” y la economía de mercado capitalista) por un nuevo sistema realmente democrático (basada en confederaciones de asambleas populares soberanas y en una economía diseñada para satisfacer las necesidades de las personas y gestionada democráticamente por las mismas) (10). Compartiendo un proyecto anti-sistémico y alter-sistémico de este tipo estaremos en condiciones de poner en práctica una estrategia para el cambio social radical y global a la altura de los tiempos que vivimos; podremos juntarnos no sólo en base a formas asamblearias y consignas indignadas, sino también a través de un paradigma liberador. Este nos dotará de la solidez ideológica y la coherencia estratégica necesarias para cambiar el mundo de base. Para llegar a este nuevo estadio no es tan necesario un incremento cuantitativo de nuestras energías como un desarrollo cualitativo de nuestras capacidades.

Blai Dalmau Solé
Febrero de 2012

NOTAS

[1] Durante mayo de 2011 a menudo salió a colación la efeméride de Mayo del 1968. Es pertinente y puede resultar inspirador rememorar este levantamiento popular acaecido cuarenta y cuatro años atrás, pero es preciso tener presente que, aunque existen claras similitudes entre el 15M y el Mayo del 68, sería equivocado tratar de igualar ambas experiencias: el segundo se puso en cuestión el orden establecido de una forma mucha más profunda y masiva. Mayo del 68, la última gran insurrección popular acaecida en la Europa del siglo XX, consistió en más de diez millones de personas parando completamente el funcionamiento habitual de la economía francesa durante aproximadamente un mes a través de una huelga general con ocupación de centenares de centros de trabajo y edificios públicos.

[2] En efecto, planteamientos socialdemócratas, marxistas, societarios civiles, de estilo de vida, anarquistas e incluso fascistas, se han juntado, entre otros, en el contexto del 15M. No es de extraño que incluso miembros de las élites políticas y económicas se hayan proclamado simpatizantes del 15M: también ellos se sienten “indignados” por la decadencia del sistema que defienden y administran. Así, por ejemplo, el “Manifiesto de los indignados en 25 propuestas” (Pilar Velasco, 2011) ha recibido el apoyo de banqueros, altos funcionarios del Estado, grandes empresarios, gerifaltes de los medios de “información” masivos, etc.

[3] Naturalmente, los procedimientos democráticos experimentados en el marco del 15M adolecieron de notables deficiencias y desaciertos causados por la precipitación, la improvisación y la falta de formación y experiencia al respecto; esto no quita, sin embargo, que en líneas generales apuntasen en la buena dirección. Importa que seamos conscientes de estas deficiencias y desaciertos, no sólo para subsanarlos, sino también para neutralizar discursos que tratan de desacreditar el asamblearismo haciendo pasar estos errores circunstanciales como miserias intrínsecas a las formas asamblearias.

[4] Para un análisis de la crisis de lo que actualmente se hace pasar por “política” y una reflexión sobre la necesidad de recuperar la dimensión política de nuestras vidas, ver “Reintegrar la sociedad con la política” (Blai Dalmau Solé, 2010). 

[5] La afluencia de participantes con reducida experiencia política ha sido notoriamente superior en el 15M que en las grandes movilizaciones acaecidas durante el cambio de siglo, contra el neoliberalismo (el llamado “movimiento antiglobalización”). Podríamos aventurarnos a interpretar el 15M como una gesta colectiva que indica un cambio de estadio: la despedida del conformismo generalizado que caracterizó las últimas décadas del siglo XX y la primera del XXI (tal y como Cornelius Castoriadis observa en “La época del conformismo generalizado”, 1989) y la apertura de una nueva época donde la conciencia política y la actividad transformadora toman protagonismo, con el subsiguiente abandono del repliegue en el ámbito privado, la atomización de la sociedad así como la preponderancia de los valores consumistas y materialistas. Ojalá que así sea.

[6] Para una visión del 15M como celebración de la comunidad humana y recuperación de las virtudes de convivencialidad, ver la sección “El sector popular del 15-M” dentro el ensayo “Pensar el 15-M” (Félix Rodrigo Mora, 2011). 

[7] Sobre esta cuestión, ver “La democracia como procedimiento y como régimen” (Cornelius Castoriadis, 1994).

[8] Para un análisis crítico de los planteamientos por el cambio social mencionados y una propuesta para su superación, ver “Estrategias de transición y el proyecto de la Democracia Inclusiva” (Takis Fotopoulos, 2002).

[9] Sobre la insuficiencia y el utopismo (en el sentido negativo de la palabra) de los planteamientos reformistas, ver el comunicado “Sobre la manifestación Democracia Real Ya” emitido por el Grupo de Acción de Democracia Inclusiva de Cataluña el mismo 15 de mayo de 2011. Para un análisis detallado sobre la cuestión, ver la primera parte del libro “Crisis multidimensional y Democracia Inclusiva” (Takis Fotopoulos, 2005).

[10] Un proyecto liberador como el que sugerimos se expone detalladamente en “Hacia una democracia inclusiva” (Takis Fotopoulos, 1997).

ENLACES inseridos en las notas:

4) www.democraciainclusiva.org/txt/ereinte.pdf

5) http://es.scribd.com/doc/62465348/12/La-epoca-del-conformismo-generalizado

6) http://free-news.org/PDFs/PENSAR-EL-15-M.pdf

7) http://www.inisoc.org/Castor.htm

8) http://www.democraciainclusiva.org/txt/eestrat.pdf

9) http://democraciainclusiva.blogspot.com/2011/05/sobre-la-manifestacio-democracia-real.html 
    http://www.democraciainclusiva.org/txt/CMyDI.pdf

No hay comentarios:

Publicar un comentario