11/21/2014

¡Somos únicos, somos universales!


Somos únicos y, al mismo tiempo, universales. He aquí las dos caras de nuestro ser. La conciencia de la unidad universal que somos puede emerger, por ejemplo, meditando sobre el hecho de que el sol, la tierra o el aire nos constituyen tanto como nuestro corazón o cerebro, ya que sin aquellos, al igual que sin estos, sencillamente, no podemos vivir, "no somos". El hecho de que somos unicidad concreta se puede captar, por ejemplo, reflexionando sobre el hecho de que cada ser es diferente e irrepetible, desempeña un papel único y no puede desprenderse de su existencia concreta.

Así pues, somos unidad universal y unicidad concreta. Percibir, reconocer y comprender estos dos aspectos de nuestro ser forma parte del desarrollo espiritual provital; olvidar, denigrar o infravalorar alguno de ellos da lugar al error de la conciencia espiritual. Permanecer en la inconsciencia sobre el hecho de que somos unidad universal, por ejemplo, lleva a la separación espiritual. Así surge el Ego, es decir, la visión del mundo en la que la existencia concreta, lo que habitualmente llamamos Yo, se ciega creyendo ser el centro y la fuente; en esta visión, un Yo está esencialmente separado y aislado de los demás Yos y del mundo. De este modo, difícilmente se puede evitar incurrir en los vicios de la injusticia, la vanidad, el egoísmo, la insolidaridad, etc. Por otro lado, olvidar o menospreciar la sacralidad del hecho de que somos unicidad, es decir, que somos personas concretas con una historia concreta, una personalidad única, etc. lleva a rehuir la necesidad elemental del ser de desplegarse en lo concreto. Esto ocurre cuando, en el marco de ciertas corrientes espirituales, se asocian los atributos concretos de las personas con la parte negativa, irrelevante o in-espiritual de ellas y, en concordancia, se las exhorta a esforzarse para minimizar esta parte; una exhortación que, en la medida en que se adopta seria y rigurosamente, conduce hacia la anulación de la idiosincrasia y la personalidad.

Parece que estos dos errores de la conciencia espiritual pueden estar conectados, en términos éticos y políticos, con el individualismo y el colectivismo, entendidos como el protagonismo exclusivo de alguno de estos dos polos, de manera que no hay una integración positiva de lo social y lo personal, es decir, la colectividad no parte del florecimiento de la individualidad y la individualidad del florecimiento de la colectividad. Esto desvitalizado tanto una como la otra. Para una verdadera vitalización de ambos, para una máxima realización de la autonomía, la cooperación, la comunión, el amor y la verdad, hay que tener presente que nuestra existencia, en términos espirituales, es universal y única al mismo tiempo.

Blai Dalmau
Mayo 2013 - Noviembre 2014

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